Otro año más. Otra experiencia más que cierra su capítulo para dar paso a una nueva. Sin embargo a mí me sigue pareciendo mentira que el tiempo corra tan deprisa, que yo apenas sea consciente de los cambios que se producen. Y es que cuando veía el instituto como algo muy lejano, llegó. Cuando creí que el bachillerato se encontraba a miles de kilómetros de mí, llegó. Y cuando creí que la facultad estaba a años luz del bachillerato, llegó; ya estoy en segundo de carrera... corrijo, ya voy a tercero. Aún me parece que fue ayer cuando me levantaba a las 7 de la mañana para ir al instituto, las cosas no han cambiado demasiado, bueno, me levanto a las seis y cojo un tren... todas las asignaturas me gustan (aunque haya alguna más pesada que otra), estoy feliz con lo que hago... soy un poquito más mayor.
En la facultad he descubierto muchas cosas y he decidido fijarme muchas metas que pienso cumplir en un plazo mayor o menor de tiempo.
Las metas, esa palabra es muy curiosa (no solo porque fuera una parte del circo romano) sino porque dentro de esas diferencias tan grandes que muchos ven entre cada uno de los seres humanos, resulta que esto es motivo para desmentir ese mito: todos tenemos metas en la vida. Aquellas promesas que nos hacemos a nosotros mismo con el deseo y la esperanza de que se cumplirán algún día y con la fuerza y la pasión suficientes para cumplirlas. Las metas nos hacen soñar es algo así como... volar, dejamos volar nuestra mente para fijarnos objetivos y conseguir ser así un poco más felices, como decía un amigo: "desde luego, no hay nada mejor que echar alas. ¿Quién lo dijo? Un griego seguro"

A Schliemann le pasaba como a Antonio Machado: ¡Ah, cuando yo era niño, soñaba
con los héroes de la Ilíada!.
Su padre siempre le habla de estos héroes y él imaginaba en su cabeza cada pequeño detalle de aquellos hombres que destruyeron una ciudad por la belleza de una mujer. Así que se prometió a sí mismo que descubriría Troya y que con ella, reviviría a Homero.
No pudo más que abrir un pequeño negocio con el que se enriqueció y se costeó un viaje a Grecia. Allí conoció a una joven de diecisiete años, Sophia Engastromenos con la que contrajo matrimonio, convirtiéndose así en su gran compañera de viaje. Tras conseguir un buen apoyo económico, se puso manos a la obra y con los textos de Homero en mano, se propuso lograr lo que un día prometió: la razón de sus sueños. Encontró el famoso Tesoro de Atreo, encontró restos de una ciudad micénica y encontró... Troya. La lástima es que encontró solo una capa, es decir, una edificación que no correspondía al tiempo de Homero, pero aquel era el emplazamiento y hasta hoy nadie ha podido rebatirlo, es decir, que logró cumplir su sueño.

Por eso intentaré cumplir todo lo que me proponga y de momento le digo a tercero de carrera que lo espero con mucho ánimo y ganas, a ver si conseguimos subir la escarpada cuesta que nos saque a todos de esta caverna en la que nos quieren sumergir.
Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre.
Mahatma Gandhi