Llegamos a Madrid sobre las once y media y en muy poco tiempo pusimos nuestros pies en el hostal, estaba muy cerca de Atocha. Al día siguiente nos dedicamos al turismo madrileño. Tengo que decir que el Paseo del Prado es precioso y no hablemos del Parque del Retiro que es una delicia natural. Cuando llegamos al Prado, tuvimos que hacer cola para poder comprar las entradas. Yo iba muy contenta porque al ser estudiante de la UCA no pagaba (los estudiantes pasan gratuitamente a las instalaciones) Pero... desgraciadamente mi paraíso particular e imaginario se nubló un poco cuando la mujer que me vendió las entradas me dijo que no podía saber a ciencia cierta que era estudiante. Yo, inocente y pueril, le dije que sí, que era estudiante de la UCA. Le mostré mi carné como quien enseña un billete de mil euros. Pero... respondió que sí, que ahí estaba el carné, sin embargo eso no demostraba que era alumna de la Universidad de Cádiz. ¿Entonces qué lo demuestra? Pues resulta que se necesita algo que acredite que me he matriculado este año. Nada, entonces un carné de una facultad no sirve para acreditar que uno es universitario/a. Total, que pagué mis catorce euros de entrada general... bueno, no pasa nada. Sin embargo, a mí me causó un gran trauma eso de que no se me aceptara como válido el carné. Os podéis imaginar lo feliz que iba yo y la cara que se me quedó cuando, por arte de magia, había dejado de ser una alegre estudiante andaluza. Lo voy a describir gráficamente:
Antes
Después
No obstante, mi amargura llegó a su fin cuando atravesé las puertas de ese maravilloso "palacio" de las artes. Era enorme, laberíntico como si las salas se multiplicaran a placer. Cuadros, miles de cuadros y esculturas se alzan majestuosas ante los ojos de todo el visitante que las admira con expectación. El Greco, El Bosco, Tiziano, Rafael, Rubens, Remblant... no sé, había un momento en el que ya los autores eran lo de menos, lo único que te importaba era admirar aquellos trazos, la belleza que transmitían con solo un pincel y algunos colores. Precisamente una buena amiga me dijo hace poco que si Diego de Velázquez captaba esas imágenes con tanta profundidad, ¿qué habría hecho en nuestros tiempos con una cámara? Lo pensé, me acordé de esa frase y no puedo estar más de acuerdo. Siempre se han visto en los libros de texto, no solo las obras de Velázquez, sino también la de muchos artistas, lo observas y te sorprendes cuando estudias todas las características de las mismas... sin embargo cuando lo tienes delante aún te cercioras más. Me ocurrió mientras paseaba delante de Las Hilanderas, Las Meninas o cualquier otra.
A pesar de que vi los grandes clásicos, también tuve la suerte de que se había organizado una exposición muy especial, se llamaba: La Belleza Encerrada. Era preciosa y tenía una organización y estructura genial. Las obras que la componían tenían distinta autoría. Además, estaba el detalle de hacer en las paredes pequeñas rendijas y huecos por donde mirabas y veías una obra con una perspectiva espectacular. Por ejemplo, había un pequeño hueco de forma cuadrada por el que mirabas y te encontrabas esta preciosidad:
Muchacha durmiendo de Luis Paret y Alcázar.
Lo único que lamento es no poder haber podido echar fotos, no me dejaban. Por lo visto el flash de las mismas dañan los materiales de conservación de las obras, pero yo antes de saber eso sí hice una foto a las postales chinas, pero esto no se lo digáis a nadie, ¿vale? xD. Pero por lo demás yo estaba más feliz que una perdiz (foto del gato de Pokemon)
Las esculturas, las pinturas, la reconstrucción de una ermita e incluso El tesoro del Delfín. Yo creo, o por lo menos es la impresión que me dio, que es la parte del museo que menos se conoce y la visita muy poca gente.
Saqué esa conclusión porque cuando bajé a verlo solo estábamos nosotros y la guarda de seguridad, mientras que las demás salas estaban repletas de personas. Está compuesto por un conjunto de orfebrería antigua, elaborado con metales nobles y piedras semipreciosas. La mayor parte se conserva aquí, en España, pero la otra está en el Louvre de París. No es extraño porque la colección perteneció a Luis de Francia, el Gran Delfín, de ahí su denominación. Como falleció muy joven sin haber llegado a reinar, su segundo hijo, Felipe V de España heredó la parte del tesoro que se conserva en el Prado. Es maravilloso, joyas extremadamente caras y valoradas en... os podéis imaginar, millones de euros. La verdad es que no me suelen llamar la atención estas cosas de joyas y demás, pero la verdad es que me encantó. Más que nada porque muchas de las piezas que se conservan, se asemejan a los Huevos de Fabergé que Nicolás II regalaba a las zarinas de Rusia. Y eso es puro arte, no me explico el don que hay que tener en las manos para llevar a cabo semejantes construcciones. Si ya hay que tener una magia muy especial dentro de uno o una para pintar y esculpir, la orfebrería no se queda atrás. Las piezas eran muy pequeñas, un tallado perfecto adornado con las piedras y minerales, sin olvidar todos los detalles hechos con cristal. Me llamó mucho la atención el Dragón de cristal de roca y el Salero en ónice, oro, piedras preciosas y esmalte.
Y ya mi momento estelar de la culminación de felicidad fueron las obras con temática mitológica, lo siento, es defecto de fábrica. No lo puedo evitar, El juicio de Paris, Dánae recibiendo la lluvia de oro. Esas expresiones, los trazos de la pintura, el movimiento que se recrea con la sola figura de la criada evitando que ella quede embarazada, la composición, las tonalidades... me eriza el vello.
Pues nada, muy contenta de haber vivido esta experiencia y de poder haber visto todas estas obras. Por cierto, he visto la replica de La Gioconda o Mona Lisa y lo más curioso es que, al verla de cerca te ofrece muchos detalles que se han perdido en el original. Como por ejemplo las cejas, esta las tiene y la original de Da Vinci carece de ellas, al igual que el paisaje que goza de muchos más detalles que el original. Y quien sabe, por lo visto fue pintada en el mismo estudio de Leonardo por un discípulo suyo, por tanto tienen la misma cronología, a lo mejor es verdad que su sonrisa y su mirada esconden un secreto y que su composición un verdadero enigma, solo tenemos que observar en silencio a ver que nos susurra La Mona Lisa
A pesar de que vi los grandes clásicos, también tuve la suerte de que se había organizado una exposición muy especial, se llamaba: La Belleza Encerrada. Era preciosa y tenía una organización y estructura genial. Las obras que la componían tenían distinta autoría. Además, estaba el detalle de hacer en las paredes pequeñas rendijas y huecos por donde mirabas y veías una obra con una perspectiva espectacular. Por ejemplo, había un pequeño hueco de forma cuadrada por el que mirabas y te encontrabas esta preciosidad:
Muchacha durmiendo de Luis Paret y Alcázar.
Lo único que lamento es no poder haber podido echar fotos, no me dejaban. Por lo visto el flash de las mismas dañan los materiales de conservación de las obras, pero yo antes de saber eso sí hice una foto a las postales chinas, pero esto no se lo digáis a nadie, ¿vale? xD. Pero por lo demás yo estaba más feliz que una perdiz (foto del gato de Pokemon)
Las esculturas, las pinturas, la reconstrucción de una ermita e incluso El tesoro del Delfín. Yo creo, o por lo menos es la impresión que me dio, que es la parte del museo que menos se conoce y la visita muy poca gente.
Saqué esa conclusión porque cuando bajé a verlo solo estábamos nosotros y la guarda de seguridad, mientras que las demás salas estaban repletas de personas. Está compuesto por un conjunto de orfebrería antigua, elaborado con metales nobles y piedras semipreciosas. La mayor parte se conserva aquí, en España, pero la otra está en el Louvre de París. No es extraño porque la colección perteneció a Luis de Francia, el Gran Delfín, de ahí su denominación. Como falleció muy joven sin haber llegado a reinar, su segundo hijo, Felipe V de España heredó la parte del tesoro que se conserva en el Prado. Es maravilloso, joyas extremadamente caras y valoradas en... os podéis imaginar, millones de euros. La verdad es que no me suelen llamar la atención estas cosas de joyas y demás, pero la verdad es que me encantó. Más que nada porque muchas de las piezas que se conservan, se asemejan a los Huevos de Fabergé que Nicolás II regalaba a las zarinas de Rusia. Y eso es puro arte, no me explico el don que hay que tener en las manos para llevar a cabo semejantes construcciones. Si ya hay que tener una magia muy especial dentro de uno o una para pintar y esculpir, la orfebrería no se queda atrás. Las piezas eran muy pequeñas, un tallado perfecto adornado con las piedras y minerales, sin olvidar todos los detalles hechos con cristal. Me llamó mucho la atención el Dragón de cristal de roca y el Salero en ónice, oro, piedras preciosas y esmalte.
Y ya mi momento estelar de la culminación de felicidad fueron las obras con temática mitológica, lo siento, es defecto de fábrica. No lo puedo evitar, El juicio de Paris, Dánae recibiendo la lluvia de oro. Esas expresiones, los trazos de la pintura, el movimiento que se recrea con la sola figura de la criada evitando que ella quede embarazada, la composición, las tonalidades... me eriza el vello.
Pues nada, muy contenta de haber vivido esta experiencia y de poder haber visto todas estas obras. Por cierto, he visto la replica de La Gioconda o Mona Lisa y lo más curioso es que, al verla de cerca te ofrece muchos detalles que se han perdido en el original. Como por ejemplo las cejas, esta las tiene y la original de Da Vinci carece de ellas, al igual que el paisaje que goza de muchos más detalles que el original. Y quien sabe, por lo visto fue pintada en el mismo estudio de Leonardo por un discípulo suyo, por tanto tienen la misma cronología, a lo mejor es verdad que su sonrisa y su mirada esconden un secreto y que su composición un verdadero enigma, solo tenemos que observar en silencio a ver que nos susurra La Mona Lisa
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