"Cuando llegó la noche, la joven llevó sus manos hacia
el rostro de aquel hombre, sabía que no estaba bien, que aquel no
era su cometido, pero en aquella sucesión de horas lo había visto
reír y llorar, lo había sentido, incluso, quizás... Jackson dejó
que sus manos estudiaran su rostro, era tan preciosa que se
conformaba con observarla, jamás había visto una mujer tan hermosa,
de una belleza tan inocente, tan dulce. Recorrió sus labios,
dibujándolos, sus pómulos, sus ojos, se permitió recorrer su pecho
trazando una línea invisible... El capitán ardía de amor, sentía
cómo el fuego quemaba su interior, cómo su corazón se desbocada
sintiendo el ligero tacto de aquella perfección tan absoluta. Tomó
sus manos y ella se ruborizó, llevó los dedos de la joven hacia sus
labios y los besó dulcemente, despacio, provocando un leve tintineo.
Ella le sonrió, y aunque sabía que no podía ser, se dejó
llevar... lo besó, en los labios... le entregó su aroma y él
apartó la sábana que cubría su cuerpo. Ella desabrochó su camisa
y recorrió su cuello con los labios, llevó sus manos hacia sus
pechos y se unieron acompasando sus respiraciones. El fuego lo
quemaba besando aquella piel de seda que le entregaba su aliento, su
olor se clavaba en sus sentidos..."
(Fragmento de La novia del mar, Alba Sánchez Guerrero)
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