Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando
-Paulho Coelho-

domingo, 1 de abril de 2012

Pacem, Paz, Paix, Peace, ειρήνη, Frieden, Pace, Pokój....

Siempre me he preguntado por qué a las personas nos cuesta tanto llevar una vida cargada de amor que traiga la paz a la tierra.
Sí, soy consciente de que es una utopía. Pero las grandes teorías, de los grandes pensadores comenzaron siendo utopía, y poco a poco parece que salen a flote, con retroceso, adelantos, pausas... pero van hacia delante.
Jamás he sido una creyente empedernida ni fanática. Principalmente porque mis padres no me lo transmitieron, ni enseñaron así, pero poco a poco, con ayuda de ellos, y por mí misma, puede decirse que sí creo. Creo a mí manera. Por supuesto, creo en aquel hombre, Jesús de Nazaret que fue predicando, precisamente, una utopía...
Y es en esta semana donde se nos adoctrina sobre su muerte y resurrección.
Siempre me han parecido de una gran belleza esas imágenes que plasman a la perfección el dolor de una madre joven que ve cómo matan injustamente a su hijo, simplemente por predicar en aquello que cree con total firmeza, tanta firmeza que dio su vida por ello. Esas imágenes de un Jesús... asustado durante la pasión. Y siempre me he preguntado ¿tendría miedo Jesús a la espera de su muerte?, ¿tendría miedo a la muerte, concretamente?, ¿vacilaría, en última instancia sobre su destino tras la muerte?... Personalmente creo que sí, los Seres Humanos tenemos un inevitable miedo a la muerte ante la incertidumbre de lo desconocido, siempre tendemos a pensar que solo es verdadero aquello que se nos presenta tan claro y distinto, tan evidente a nuestra mente, que al igual que Descartes somos incapaces de dudarlo. O aquello que solo es capaz de demostrarse científicamente, y por eso los niños acaban perdiendo la fe en la magia, y por eso a los seres humanos nos cuesta tanto creer en la espiritualidad, en esa doctrina que Cristo intentó transmitir. Y sin embargo ahí están los niños, tan inocentes y llenos de pureza que son capaces de creer en cualquier cosa, que son capaces de pasarse todo un día diciendo, Sí, Sí creo en las hadas, a la espera de que, como narraba James Barrie, en su Peter Pan, naciera una. Y tal vez por eso, por esa inocencia, por esa capacidad de creer en la mágica, son los que más cerca están de la espiritualidad. Estas palabras no pretenden ser ningún descubrimiento, Jesús ya se dio cuenta de esto y pidió que dejáramos que los niños se acercaran a él.
Sin embargo hoy día, se nos olvida que principalmente, debemos buscar esa espiritualidad, para alcanzar lo más importante, y mensaje principal de Jesús: La Paz, en nosotros mismo, en el prójimo, y en el mundo. El ser humano es religioso por naturaleza, todos creemos en algo, necesitamos creer, ¿por qué nos resulta tan difícil creer en la paz? Creer en un dios, tener una espiritualidad es muy importante, y se necesita religiosidad, es inevitable. Si no creemos, si no buscamos estar en paz con nosotros mismo, jamás conviviremos en sociedad plenamente, jamás acabaremos con las guerras, o con las injusticias sociales, jamás aceptaremos a nuestro prójimo aunque sea distinto a nosotros. Alá, Buda, Cristo... Son solo personas, personas que intentaron llevar la paz y el amor a los corazones de la humanidad, lo importante está en su palabra, en su forma de ver y estar con el mundo. Las razones históricas y los comportamientos humanos no pueden hacer que enterremos una forma pacífica de ver la vida y convivir en sociedad, creo que si nos diéramos cuenta de esto, si reflexionáramos de nuestro paso por el mundo, comprenderíamos verdaderamente cuán importante es la espiritualidad y la convivencia humana. ¿Cuándo van a terminarse las injusticias?, ¿cuándo va a dejar de ser el racismo una causa de guerra entre Naciones y personas?, ¿cuándo vamos a entender que si el honor y la victoria valen más que las personas es que no hemos aprendido nada?, ¿cuándo vamos a acabar con la tragedia de los niños soldados?...

Creo que lo he dicho muchas veces pero para mí el amor, los sentimientos que puedes llegar a sentir por una persona, ese amor tan grande, es la mayor prueba de la existencia de Dios (1Jn 4, 16: Ho Theòs agàpe estín, “Dios es amor”), si todos llegáramos amar de esa forma tan plena y sin pedir nada a cambio, encontraríamos esa espiritualidad (San Agustín: Dilige et quod vis, fac, “Ama y haz lo que quieras”). El amor es el camino, ayudar a las personas, vivir en paz, respetarnos, tolerarnos, compartir nuestras ideas, tener más puntos de vista... No lo puedo evitar, soy utópica, del grupo de mi gran amigo Tomás Moro, pero considero que esta utopía es más real de lo que pensamos, y está más cerca de lo que nos imaginamos. Un hombre fue capaz de amar, perdonar, vivir en paz, y morir por sus ideales creyendo en Dios, ¿Y si Dios está más cerca de lo que pensamos? ¿Y si la palabra de Cristo era una metáfora que se encuentra en nuestro interior y solo hay que aprender a usarla? Y ahora en esta semana tan especial, que invita tantísimo a la reflexión, contemplemos, observemos con la mayor humildad del mundo a un hombre que perdió su vida por apoyar el valor de la palabra, el amor entre las personas, la paz... no para querer morir o matar en el nombre de, sino simplemente para buscar en sus ojos esa paz interior, ese amor... Seamos como los niños, intentemos creer en todo de una manera tan dulce e inocente que sepamos apreciar todo lo que hay a nuestro al rededor. Yo doy gracias, todos los días, por conservar mi parte niña, por a mis casi 18 años, poder tener aún la capacidad de creer en las hadas, en la magia, y que todo este asunto de la espiritualidad me preocupe tanto como la paz en el mundo, y sean casi compatibles. Busquemos y vivamos esa espiritualidad. 


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