Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando
-Paulho Coelho-

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Y cómo conseguimos sacarlos ahora de la caverna?

Platón no es un señor por el que yo profesara demasiada simpatía, era más amiga de Sócrates (que parece lo mismo, pero no lo es) El caso es que siempre pensé que había tenido muy pocas cosas que hacer, y que esa era la razón por la que había estado pensando tanto y recurriendo a tantos mitos, y alegorías para explicar su teoría.
Cuando hace un año leí el Banquete (o Simposio) me fue cayendo ''en gracia'':
-¡Vaya! -Pensé- pero si le ha quedado tiempo para enamorarse y escribir un tratado sobre el amor. 
Aun así, no terminaba de convencerme. Con su Banquete solo había conseguido que me hiciera mucho más amiga de Sócrates, y que empezara a establecer amistad con Aristófanes (que me cae aún mejor por su mundo en las nubes), y Pausanias. 
Entonces, en este curso presente, comencé a estudiar su teoría. Y resulta que tampoco me pareció tan descabellada, total era un calco de la de Sócrates (love forever). 
Poco a poco nos hemos ido metiendo en materia, Alegoría del Sol, Alegoría de la Linea Divida... Y por fin la ansiada Caverna (ojo que no Taberna). 
Platón, en boca de Sócrates, habla sobre unos prisioneros, encarcelados en los más profundo de la caverna. Atados, con la cabeza fija en un mismo punto, un punto donde se reflejan sombras, sombras producto de objetos que portan una serie de personas, que se encuentran detrás de un tabique, y que la luz del fuego consigue proyectar en dirección a los prisioneros. 
Ellos piensan que lo que ven, es lo único real. Esas sombras son reales, y creen saberlo todo a pesar de estar en la más profunda ignorancia. Sin embargo uno de los prisioneros es obligado a salir de la caverna,  es arrastrado por una ''empinada y escarpada cuesta''. Finalmente sale al exterior, no puede ver nada, pues el sol ciega sus ojos, y piensa en retroceder. Sin embargo, una vez acostumbrados sus ojos a la claridad, comienza a observarlo todo, primero las sombras, luego los reflejos de los objetos, posteriormente las cosas en sí mismas, y por último el sol, el cielo, las estrellas, y la luna. A pesar de que hubiera podido jurar que lo que veía no era verdad, y que la realidad se encontraba dentro de la caverna, comprendió que estaba gravemente equivocado, aquello era lo verdadero, había alcanzado el conocimiento, la verdadera esencia de su alma, y ahora sentía que debía compartirlo con sus compañeros. Volvió a la oscuridad de la caverna, aún sabiendo que tendría que aguantar burlas y sañas, pero no desistiría en su empeño. 
Conforme avanzan los tiempos, la caverna se hace más oscura y la cuesta más empinada y escarpada. Hay personas que la escalan con todas sus fuerzas queriendo arrastrar a los demás, y parece que la cuesta jamas se acabará, y que cuánto más subas, más empinada será la cuesta. Y sí, se piensa detenidamente en tirar la toalla. Y en estos tiempos que corren parece que eso es lo más correcto. Sin embargo creo (y aquí comienza a aflorar mi vena utópica) que tirar la toalla sería lo último. Siempre está ese pequeño trocito de hierba que crece en la tierra hecha ceniza por el fuego. Siempre está ese viejo árbol que resiste el paso del tiempo. Siempre se escucha esa suave melodía que entra por el corazón y penetra en el oído. Siempre llega la calma tras la tormenta. Así que aceptemos el reto de subir la cuesta, de ayudar a aquellos/as que pretenden subirla cargando con una gran masa de gente. Hagamos que la cuesta que conecta el Mundo Sensible con el Mundo de las Ideas se haga muy corta, tan corta que cada vez haya menos distancia entre uno y otro. Hagamos que las personas que pretenden ordenar nuestras ideas no se desanimen en su empeño, demostremos que otros si estamos interesados en subir y ayudar, si es necesario, a ''arrastrar'' a todos los que podamos. Que el trabajo de muchos no sea tirado por tierra. Subiremos la cuesta. 
Platón, estamos en ello, y cada vez está más cerca... 

"Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía"
John Ruskin (1819-1900) Crítico y escritor británico.