Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando
-Paulho Coelho-

jueves, 23 de agosto de 2012

Entre un océano de palabras...

Siempre he creído que todo en esta vida puede hacerse con amor. Y es que, aunque suene a canción Hippie de los años sesenta, no hay nada como el cariño que se les tiene a las personas para mover este mundo loco nuestro del que ya, Groucho Marx enunció aquella celebre frase que yo, a ratos, cuando me harto de ver las noticias, comparto:
¡Paren el mundo que me bajo!
Parece difícil, y ahora más, que nadamos en aguas de fuerte marejada, dejar que sea nuestra cabeza, guiada por nuestro corazón la que actúe. Vivimos estresados, corriendo de aquí para allá, contaminando, peleando, aguantando un bombardeo masivo de noticias que se suceden en la tele y que no hacen nada más que sepultarte y llenarte la cabeza de miles de imágenes, que sinceramente, nos nublan el sentido. 
Al ser humano le cuesta mucho hacer las cosas con amor usando la razón. Quizá, una vez más las antiguas civilizaciones lo tuvieran más claro que nosotros. ¿Alguna vez nos hemos parado a analizar la palabra y verbo recordar?, ¿no?, pues yo tampoco. Como siempre, me lo han tenido que decir para que yo lo piense, y una vez más quede maravillada.
Recordar proviene del latín cor, cordis que significa corazón. Por tanto, etimológicamente, recordar quiere decir que vuelve a nuestro corazón. Y pensándolo bien, cuando recordamos no solo hacemos que nuestra mente viaje en el tiempo, proyectando, imágenes del pasado, sino que esas imágenes despiertan diferentes emociones en nuestro interior. Podemos recordar un momento determinado de nuestras vidas que nos produzca felicidad, tristeza... podemos recordar a ciertas personas y sentir un inmenso afecto hacia ellas... siempre sentimos que todo regresa a nuestro corazón.
Pero hoy día, no existe la tranquilidad suficiente para recordar y analizar estas emociones.
Ayer observaba unas fotos de las flores de loto, y pensaba, la tranquilidad y paz que me transmitían, tan hermosas flotando en el agua, sin ningún tipo de preocupación aparente... lo más curioso es que esta flor tan bonita emerge, nace del fondo de las aguas, del barro, para salir a la superficie y adoptar ese estado de paz y tranquilidad. Es precisamente esta imagen la que se adopta como una metáfora y hace que esta flor simbolice la resurrección. Cada pétalo que se abre simboliza el crecimiento espiritual del ser humano. Esta imagen la adoptaron las religiones orientales y muchos de los dioses de estas culturas son representados sentados en un trono de flor de loto.
Tengo la esperanza de que todo momento difícil debe pasar, de que, como decía la canción, después de la tormenta siempre llega la calma. A veces nos parece que todos nuestro problemas, familiares, sociales, personales, globales... no van a acabar nunca, sin embargo, muchas veces el que acabe o se prolongue, depende de nosotros. En estos casos me gusta ser algo "orteguiana" y creer ciertamente que somos seres históricos, que debemos aprender de las generaciones anteriores para no cometer viejos errores.
Pero ¿quién sabe ciertamente lo que nos depara el futuro? Nadie puede saberlo a ciencia cierta, pero quizá deberíamos ser como una flor de loto, intentar calmar nuestra propia tormenta interior, hacer que las aguas vuelvan a su cauce y comenzar a flotar, a resurgir del barro y a mirarlo todo con otros ojos. A observar la vida y aprender de ella, a forjar un camino que nos lleve a nuestras metas personales... a Ítaca. Y sobre todo a actuar meditando las acciones que vamos a realizar cada día, a usar más nuestro corazón en el momento, no solo de recordar, sino también, haciendo caso a las etimologías, de comprendernos un poco más, de ser ''acordes'', es decir, (accordare, nuevamente del cor -cordis latino) unir nuestros corazones. Y podríamos seguir con más latinajos si analizáramos palabras como concordia, discordia, cordial... todas ellas con raíz en el "corazón"
¡Veis como el mundo clásico no se andaba con rodeos! Parémonos a pensar de vez en cuando, nunca viene mal.
Una vez más la cultura clásica me hace ver con más claridad que la respuesta a nuestros problemas, tanto a nivel individual como colectivo, la tenemos nosotros mismos en nuestro lenguaje. Las palabras son la mejor forma de descubrirnos a nosotros mismo, su historia, sus raíces, son las nuestras propias. Con ellas Martin Luther King tuvo un sueño, Gandhi predicaba la paz, Jesucristo era capaz de transmitir su mensaje de amor y paz que perduraría a lo largo de los siglos...
Hace unos días, al cumplir mis dieciocho años en este mes tan caluroso, me pregunté que significaba tener la "ansiada" mayoría de edad, no podía limitarse solo a comprar alcohol legalmente o a entrar en discotecas, tenía que haber algo más. Quizá los dieciocho, ese pequeño paso que nos lleva de la adolescencia a una etapa algo más madura, sea el principio para, aprovechando el paso por la universidad, dedicarse a aprender y descubrir un poco más todos los tesoros que nos rodean y nos condicionan como seres humanos
Meditaciones de Marco Aurelio:
Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas:
me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño alguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle, Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies y las manos, los párpados, las hileras de dientes superiores e inferiores. Obrar pues como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa. 





viernes, 3 de agosto de 2012

Pedacitos de ti...

Girarme, girarte, mirarte, mirarme, pensarme, pensarte... y darme cuanta de que estoy hecha de pedacitos de ti...



De tu voz, de tu andar, 
de cada despertar, 
del reír, del caminar, 
de los susurros de abril, 
del sentir, del despertar, 
aunque la noche fue gris, 
del saber que estoy hecho 
de pedacitos de ti.