Cada hombre tiene un tesoro que lo está esperando
-Paulho Coelho-

domingo, 29 de septiembre de 2013

Un tren, Neptuno, Cibeles y el Gran Museo

Pensaba que podría contar estas pequeñas anécdotas en tierras madrileñas, pero... al final la falta de conexión a internet no me dejó. Solo lo intenté una tarde, después me dije que serían mis últimos tres días de vacaciones antes de empezar la facultad, así que decidí olvidarme de todo y disfrutar de lo que mi mente y mis ojos han captado y que jamás podrán olvidar.Y es que tras años enamorada, literalmente, del Museo del Prado, por fin he podido venir a ver y conocer la ciudad de Lope de Vega. Mis padres y yo hemos decidido dedicar nuestro pequeño viaje a ver Madrid. Precisamente cogimos hace cuatro días el tren. El viaje fue bastante tranquilo, algo pesado, pero calmado (quitando que mi padre le puso sin querer una zancadilla a una de las azafatas de Renfe)
Llegamos a Madrid sobre las once y media y en muy poco tiempo pusimos nuestros pies en el hostal, estaba muy cerca de Atocha. Al día siguiente nos dedicamos al turismo madrileño. Tengo que decir que el Paseo del Prado es precioso y no hablemos del Parque del Retiro que es una delicia natural. Cuando llegamos al Prado, tuvimos que hacer cola para poder comprar las entradas. Yo iba muy contenta porque al ser estudiante de la UCA no pagaba (los estudiantes pasan gratuitamente a las instalaciones) Pero... desgraciadamente mi paraíso particular e imaginario se nubló un poco cuando la mujer que me vendió las entradas me dijo que no podía saber a ciencia cierta que era estudiante. Yo, inocente y pueril, le dije que sí, que era estudiante de la UCA. Le mostré mi carné como quien enseña un billete de mil euros. Pero... respondió que sí, que ahí estaba el carné, sin embargo eso no demostraba que era alumna de la Universidad de Cádiz. ¿Entonces qué lo demuestra? Pues resulta que se necesita algo que acredite que me he matriculado este año. Nada, entonces un carné de una facultad no sirve para acreditar que uno es universitario/a. Total, que pagué mis catorce euros de entrada general... bueno, no pasa nada. Sin embargo, a mí me causó un gran trauma eso de que no se me aceptara como válido el carné. Os podéis imaginar lo feliz que iba yo y la cara que se me quedó cuando, por arte de magia, había dejado de ser una alegre estudiante andaluza. Lo voy a describir gráficamente:

Antes

Después 

No obstante, mi amargura llegó a su fin cuando atravesé las puertas de ese maravilloso "palacio" de las artes. Era enorme, laberíntico como si las salas se multiplicaran a placer. Cuadros, miles de cuadros y esculturas se alzan majestuosas ante los ojos de todo el visitante que las admira con expectación. El Greco, El Bosco, Tiziano, Rafael, Rubens, Remblant... no sé, había un momento en el que ya los autores eran lo de menos, lo único que te importaba era admirar aquellos trazos, la belleza que transmitían con solo un pincel y algunos colores. Precisamente una buena amiga me dijo hace poco que si Diego de Velázquez captaba esas imágenes con tanta profundidad, ¿qué habría hecho en nuestros tiempos con una cámara? Lo pensé, me acordé de esa frase y no puedo estar más de acuerdo. Siempre se han visto en los libros de texto, no solo las obras de Velázquez, sino también la de muchos artistas, lo observas y  te sorprendes cuando estudias todas las características de las mismas... sin embargo cuando lo tienes delante aún te cercioras más. Me ocurrió mientras paseaba delante de Las Hilanderas, Las Meninas o cualquier otra.
A pesar de que vi los grandes clásicos, también tuve la suerte de que se había organizado una exposición muy especial, se llamaba: La Belleza Encerrada. Era preciosa y tenía una organización y estructura genial. Las obras que la componían tenían distinta autoría. Además, estaba el detalle de hacer en las paredes pequeñas rendijas y huecos por donde mirabas y veías una obra con una perspectiva espectacular. Por ejemplo, había un pequeño hueco de forma cuadrada por el que mirabas y te encontrabas esta preciosidad:
Muchacha durmiendo de Luis Paret y Alcázar.
Lo único que lamento es no poder haber podido echar fotos, no me dejaban. Por lo visto el flash de las mismas dañan los materiales de conservación de las obras, pero yo antes de saber eso sí hice una foto a las postales chinas, pero esto no se lo digáis a nadie, ¿vale? xD. Pero por lo demás yo estaba más feliz que una perdiz (foto del gato de Pokemon)
Las esculturas, las pinturas, la reconstrucción de una ermita e incluso El tesoro del Delfín. Yo creo, o por lo menos es la impresión que me dio, que es la parte del museo que menos se conoce y la visita muy poca gente.
Saqué esa conclusión porque cuando bajé a verlo solo estábamos nosotros y la guarda de seguridad, mientras que las demás salas estaban repletas de personas. Está compuesto por un conjunto de orfebrería antigua, elaborado con metales nobles y piedras semipreciosas. La mayor parte se conserva aquí, en España, pero la otra está en el Louvre de París. No es extraño porque la colección perteneció a Luis de Francia, el Gran Delfín, de ahí su denominación. Como falleció muy joven sin haber llegado a reinar, su segundo hijo, Felipe V de España heredó la parte del tesoro que se conserva en el Prado. Es maravilloso, joyas extremadamente caras y valoradas en... os podéis imaginar, millones de euros. La verdad es que no me suelen llamar la atención estas cosas de joyas y demás, pero la verdad es que me encantó. Más que nada porque muchas de las piezas que se conservan, se asemejan a los Huevos de Fabergé que Nicolás II regalaba a las zarinas de Rusia. Y eso es puro arte, no me explico el don que hay que tener en las manos para llevar a cabo semejantes construcciones. Si ya hay que tener una magia muy especial dentro de uno o una para pintar y esculpir, la orfebrería no se queda atrás. Las piezas eran muy pequeñas, un tallado perfecto adornado con las piedras y minerales, sin olvidar todos los detalles hechos con cristal. Me llamó mucho la atención el Dragón de cristal de roca y el Salero en ónice, oro, piedras preciosas y esmalte. 
Y ya mi momento estelar de la culminación de felicidad fueron las obras con temática mitológica, lo siento, es defecto de fábrica. No lo puedo evitar, El juicio de Paris, Dánae recibiendo la lluvia de oro. Esas expresiones, los trazos de la pintura, el movimiento que se recrea con la sola figura de la criada evitando que ella quede embarazada, la composición, las tonalidades... me eriza el vello.
Pues nada, muy contenta de haber vivido esta experiencia y de poder haber visto todas estas obras. Por cierto, he visto la replica de La Gioconda o Mona Lisa y lo más curioso es que, al verla de cerca te ofrece muchos detalles que se han perdido en el original. Como por ejemplo las cejas, esta las tiene y la original de Da Vinci carece de ellas, al igual que el paisaje que goza de muchos más detalles que el original. Y quien sabe, por lo visto fue pintada en el mismo estudio de Leonardo por un discípulo suyo, por tanto tienen la misma cronología, a lo mejor es verdad que su sonrisa y su mirada esconden un secreto y que su composición un verdadero enigma, solo tenemos que observar en silencio a ver que nos susurra La Mona Lisa


viernes, 20 de septiembre de 2013

Volver a comenzar: de los clásicos a Beethoven

Hacía mucho tiempo que ya no escribía en el blog. El sol veraniego siempre adormece los músculos e invita a nuestro cuerpo al descanso. Pero eso se acabó, hay que escribir más en el blog y estas pequeñas vacaciones (no planificadas) que Antología se ha llevado han dado mucho de sí. En primer lugar, ya me queda muy poquito para volver a empezar mis estudios universitario y... ¡tengo unas ganas locas! Por fin me voy a poder dedicar de lleno a mi preciosa carrera ^^.
Vamos a empezar con una recomendación musical; hace unos días revoloteando por Internet, me encontré con unos músicos muy especiales, se hacen llamar The Piano Guys. Son un grupo de chicos que tocan diversos instrumentos y han formado una agrupación para darle rienda suelta a su manera de ver la música, ¿cómo?, ¿de qué manera?, ¿y qué tienen de especial? Pues que... toman tanto canciones actuales como las grandes obras de la música clásica y lo mezclan con diversos ritmos procedentes de otros estilos de músicas y de diversas culturas. Por ejemplo, no sé si alguien aquí es aficionado u aficionada a Coldplay, yo no paso del Viva la vida, pero tienen una versión de una canción de estos artistas, llamada Paradise y la hacen con un cantante africano y como no, otorgándole pinceladas del folklore de este hermoso continente. Escuché la versión original de la misma y después la que ellos ofrecen y me gusta mucho más la que proponen.
No contentos con estas preciosidades, hicieron hace poco un concierto en un estadio: Red Butte Garden. Versionaron la sinfonía Nº 5 de Beethoven con algunos fragmentos de una canción del grupo One Republic, Secrets. El resultado fue: Beethoven's 5 secrets, una maravillosa prueba del talento humano y del potencial que tenemos las personas para crear, para dar forma al arte. Pero sobre todo, una maravillosa muestra de hasta dónde puede llegar el conocimiento. El ser humano es capaz de crear cosas magníficas, a la vista está lo que en los grandes siglos de nuestra historia, simples personas como Bach, Beethoven, Mozart o incluso la misma Clara Schumann (porque parece que, como en otras muchas ramas del conocimiento, no existen las mujeres) fueron capaces de imaginar con tan solo un piano y una partitura.
No hacen falta grandes cosas para hacer obras de arte, que para mí son los mejores inventos del ser humano. Solo es necesario estimular el conocimiento y seamos sinceros, la educación desgraciadamente no está pasando por su mejor momento. Esto me lleva a pensar y reflexionar sobre qué vamos a hacer si no facilitamos el acceso a la enseñanza para que las personas puedan, no solo formarse por el hecho de poder hacer una carrera y trabajar, si no para ser PERSONAS. Para crecer en el ámbito personal y espiritual, para salir de la caverna... Cada día soy más consciente de que los clásicos (quitando mi cruzada personal para que sean considerados y tenidos en cuenta a pesar del paso de los años, y mi amor incondicional a la Filología Clásica) fueron los grandes visionarios del pasado, del presente y del futuro. Ya Platón nos advirtió de que el conocimiento era la única herramienta que nos podía hacer salir de esa caverna, de esa cárcel interior que nos puede llegar a tener prisioneros en nuestra propia mente sin ver más allá de lo que tenemos delante de las narices y ocuparnos de cosas insulsas que nos distraen de lo verdaderamente importante. La educación y el conocimiento nos hacen ser libres; crecer interiormente. La música, la escritura, la pintura... son las grandes materias que, entre otras, elevan  al ser humano hasta limites insospechados. Lo dijo Beethoven: "No solo practiques tu arte, sino fuerza tu manera de aprenderlo dentro de sus secretos, porque esto y el conocimiento pueden elevar al hombre a lo divino"
Estimulemos ese conocimiento porque es lo que nos hace ser personas, lo que nos hace ser humanos. Los estudios, en general, nos ayudan a no perder lo que caracteriza al ser humano: la humanidad, el no olvidarnos de que ante todo, lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de raciocinio, de juzgar con consciencia... de ser, en definitiva, Homo Sapiens. 
Por eso decidí estudiar Filología Clásica, porque es lo que siento que me hace crecer como persona y me ayuda a comprender mejor mi presente y mi futuro, porque me gusta y me llena de alegría. Y aunque a veces mire al cielo como si no hubiera mañana preguntándome, qué haré cuando me licencie con la que está cayendo... soy feliz en este instante y eso es lo que me importa.
Viendo interpretar Beethoven's 5 Secrets a este grupo con diversos estudiantes que se levantaban entre el público con sus instrumentos, me doy cuenta de que las lágrimas que corren por las mejillas del violonchelista, son lágrimas de júbilo, de emoción y de gratitud porque la vida le ha dado la oportunidad de saber interpretar una partitura, de saber hacer música y de poder decir que Beethoven era un cascarrabias aislado del mundo por su sordera, soberbio y bastante egocéntrico pero una persona que sin oír nada, absolutamente nada, compuso más de una docena de sinfonías, una persona que ha inspirado a jóvenes de todo el mundo para que estudien música y que él puede continuar ese legado acompañado de su violonchelo. Esto es lo que importa, escuchando esta obra, se evaden los problemas. Y observando el legado cultural que nuestros antepasados dejaron en diversos periodos de la historia, una se siente pequeña e insignificante en un hermoso mundo en el que podríamos ser mucho más felices admirando las pequeñas cosas que nos ofrece la vida: una partitura, un diálogo platónico, un buen libro en general o las pinceladas de un Van Gogh sin oreja... en fin, loco mundo el nuestro. Mucho más fácil sería perderse en los campos de Castilla o soñar con los héroes de la Ilíada, como diría Machado.